Como si todo reposara en el no acabamiento, en la inalcanzable promesa, y ya nada hiriera en la cercanía de las cosas, y permanecieran intactas, incólumes, palabras, gestos, miradas, póstumas despedidas y fuera yo el que viviera de nuevo por primera vez y de luz a signo escribiera: estos días azules y este sol de la infancia.