Ni una mota de polvo, ni un cojín que sobresalga de su asiento. Todo dentro de ese orden que mata la vida. Aún así nos faltan piezas, como decía aquella canción. Algunas palabras también se perdieron. Los muebles de la cocina se han ido llenando de objetos sin nombre. El objeto vaso es ahora más transparente que nunca. Transparente como los ojos de esos desconocidos que nos miran desde el álbum de fotos. Toda la mañana se oyeron pasar páginas. "Ese era mi padre", dice al fin la voz como si hubiera divisado tierra firme.