La melancolía es un remedio para equilibrar el espíritu. La melancolía no es una enfermedad, sino el estado más puro de un individuo y por consiguiente el más vulnerable, dice. Quiero que a partir de hoy sólo me afecte el sol y el olor de las higueras. Eso quiero.
Nadie sabe lo que es, qué apariencia o color tiene. Nadie sabe dónde habita, si conviviendo con la asfixia o en dulces campos de fresas. Sólo sabemos que no tiene prisa y si aparece es imposible que no lo reconozcamos.
-¿Te has dibujado una cara en el dedo? -Así me acuerdo de que no tengo que chuparlo. -Parecen dos borrones. -Es que le he puesto gafas de sol. -¿Y no sería mejor poner una tirita? -Las tiritas son tristes.
Bergson dice que el tiempo tiene dos dimensiones, la objetiva y la subjetiva. La segunda es la más significativa para nosotros. Ha dejado de llover, hasta los caballos de Bleturge salieron a pastar.
He caminado veintiséis canciones y media. Pauline en la playa me recuerda lo lejos que vive Rut, Quique González me deprime y Russian red, como siempre, me da dolor de cabeza. Menos mal que en mi paseo compré polen, levadura de cerveza y paracetamol codeína.
Hoy, por casualidad, encontré en un blog a mi recortable favorita. Aún la conservo. Lo que nunca imaginé es que también conservara el olor del sol sobre los cojines de mi cama turca, ni el aliento exageradamente dulce que me dejaban los chicles.